JAVIER HIDALGO
CONTAR MI HISTORIA
Si tuviera que contar mi historia
esta sería tan simple
como las aguas impertinentes de un rio.
Que avanzan imprudentes
hacia un mar desconocido.
Tendría que hablar de mi niñez
en un barrio del Madrid descosido,
donde la miseria pasaba lista
al pan duro y al insolente frío.
A las chabolas de madera y chapa
a los piojos desprevenidos
a los braseros de picón muerto
a los pucheros de huesos revenidos.
Los inviernos en pantalón corto
aunque la nieve te llegue a los tobillos
Domingo de misa obligada
pues había que llenar el cepillo,
ante la mirada tenebrosa
de un cristo que sangraba
por un costado el homicidio,
mientras el cura cantaba
después de cuatro cáliz de vino.
¡ y que decir del sacristán!
Y de doña justa la beata,
que lucía sus mejores galas
con aquellos ojos de mala gata.
Creáis que aquí se acaba
la historia de este imberbe pillo,
pero este solo es el principio,
¡yo aviso! Que no os pille desprevenido,
que los sesenta en Madrid
no todo era palo-duz esencia del regaliz.
Mas bien gallinejas en aceite requemado
y manteca roja en un un chusco sobrado.
Así que tener paciencia, lectores desdichados,
y no metáis prisa a este viejo trasnochado.
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